domingo, abril 01, 2007

Cuento Corto II.




Se encontraba transitando por aquel sombrío espacio, en sequía y sobornado, prescrito por la naturaleza como América Latina; lo más perdido de la humanidad, aquello que había logrado la unidad del hombre y que hoy solo quedaba como una hermosa reminiscencia. La Consciencia, ese afable atributo que se instauró en el mortal para otorgarle la cualidad de viviente desigual.

Abatida se suspende ante la indiferencia de un pueblo, que hoy se encontraba enajenado por la fuerza del llamado imperio, que se había encargado muy bien de hacer olvidar al hombre la existencia esencial, natural, e inmutable de la consciencia, quien por siglos los liberó de aquel emperador, rufián y opresor.
Decide hacer un alto ante una pequeña caterva de entes, que zanjados por la mas fiel compañía de quien germina gracias a la consciencia; la indignación. Intentaban, soterradamente, despertar en aquella América dormida, la salvación del explotado pueblo, la liberación del hombre por el hombre, la unión del hombre por sobre el imperio.
Al momento de su llegada, la reciben acongojados, aunque llenos de gozo. Le cuentan que fue la esperanza quien les pidió paciencia y les advirtió de su pronta llegada, les persuadió en su debido tiempo ”A los hombres de poca fe, el céfiro de quien tanto esperamos, se esfumará como la ensambladura de la razón”.
Ante tan trascendental presencia, los redentores le deciden mostrar aquel espacio casi perdido, revelándole las cosechas pocas que en el plazo han logrado.
Triste y apesadumbrada, la consciencia intenta evocar en dicho pueblo sus más onerosos frutos, quienes con contemplación ofuscada, le preguntan ¿y tu quien eres? ¿Te conocemos?
Exacerbada y hastía ante tal putrefacta generación que desconocía su presencia, exclama con el padecimiento de su intrepidez… ¡Hoy me desconocen, hoy me ignoran, hoy no me alientan y ni siquiera me aclaman, pero vengo a evocar en sus retorcidas mentes mi presencia, magnánima presencia que debiese despertarles orgullo de tenerme aquí! ¿Donde ha quedado el recuerdo de mi estampa en aquellos obreros, campesinos y mineros? ¿Por qué hoy me he vuelto sólo un recóndito agasajo?, que acaso sus prosapias no dejaron en sus frágiles cuerpos la expansión de mí.
Junto a la razón les exclamo con júbilo: Despierta América recogida y taciturna, despierta y mira a tu alrededor, mira lo que te han hecho, mira lo que ha detonado ante mi ausencia, siente lo perdido, donde quedaron tus frutos, donde quedaron tus caudales. Has cedido libremente, a merced de un hambriento pueblo, ávido de bienestar. Declaro ante mi ausencia obligada por tu irracionalidad, sin mi no son nada, ni nada serán.

Lupe Morales.



1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

que raro lenguaje... de quien es el cuento?? buena propuesta

17/4/07 14:27  

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